Han pasado 81 años de aquel 26 de abril en que
la aviación de la Alemania nazi bombardeó
la ciudad vasca de GERNIKA destruyéndola casi en un 70%, quedando solamente en
pie el edificio de la estación de trenes y la Casa de Juntas.
Según
estadísticas del Gobierno Vasco, las víctimas fueron 1654 niños y adultos
civiles, mientras que el informe especial emitido por el gobierno franquista da
cuenta solamente de unos 12 decesos.
Como todos los lunes, en la Villa de Gernika se realizaba la tradicional feria del
mercado, a la cual concurrían gran cantidad de aldeanos de la región con el fin
de comercializar sus productos.
Cerca de las 16 hs. cuando la feria se
encontraba en pleno funcionamiento, comenzaron a repicar las campanas de las
iglesias para alertar a los habitantes sobre un posible bombardeo. La gente
corrió a los refugios, mientras un avión Heinkel III descargaba seis bombas
sobre la ciudad. Luego
de un breve intervalo, unos 53 aviones Junker sobrevolaron la Villa para cumplir con el
genocidio planeado.
Se estima que fueron arrojados sobre Gernika 50 toneladas
de explosivos destruyendo e incendiándola casi en su totalidad; mientras más
aviones ametrallaban a la población civil que intentaba ponerse a salvo del
horror, en medio de una ciudad arrasada y envuelta en llamas.
¿Por qué GERNIKA?
Una primera reflexión permitiría pensar que Gernika forma parte del área de
resistencia republicana del norte, la cual, intentaba penosamente, con armas de
caza y herramientas de labranza, contener el avance de los insurgentes
fascistas que se habían levantado en el norte de África –junio de 1936- al
mando de Francisco Franco.
Pero indudablemente la elección de Gernika no fue al
azar, sino que la operación –acordada por el franquismo y el régimen nazi- tuvo
como objetivo principal minar la moral de los gudaris y de un pueblo aguerrido
y patriota, porque Gernika constituye uno de los símbolos más preciados de los
vascos, por su legendario roble que representa la tenacidad y firmeza de este
pueblo.
Debemos mantener la memoria activa sobre el
genocidio ocurrido en Gernika en 1937, tomar plena conciencia de las
consecuencias que acarrean el horror y las prácticas violentas para transitar
caminos que conduzcan a la paz.
Para ello aparte de la recordación, bueno
seria, que el Estado Español hiciera un mea culpa reconociendo este genocidio
como, aunque tardíamente, hiciera la Cancillería Alemana. Los inocentes que
perecieron, sus familiares y el pueblo vasco lo siguen reclamando.-
Carlos
Miguelena
Idazkaria -
Secretario
Lehendakaria -
Presidente
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